El arte de la simulación: teatro para la vida diaria.



Platón se refiere a las artes como un engaño, una imitación de la copia de la realidad; al ser la realidad inalcanzable para nosotros, nos construimos una realidad alterna, una más accesible, diseñamos una realidad propia, que a la vez es común gracias a las construcciones del lenguaje. Y ahí que el arte sea tan peligroso para Platón, pues éste, al materializarse, valida la representación de la realidad (no verdadera) que vivimos y la sustenta como verdadera. Gracias al arte podemos construir imaginarios, valores y cultura, creando ideologías o representaciones específicas de la realidad. El arte es capaz de romper o perpetuar ideologías y valores culturales.  
 El teatro es una de las artes más imitativas de la realidad; pero de la realidad social, representa a la sociedad, sus valores, pasiones, conflictos e ideologías. Refleja esa sociedad que nos hemos encargado de construir con instituciones, valores, ética, cultura y que se ha llenado de conceptos lingüísticos, explicaciones del mundo y códigos de comportamiento. El teatro nos conecta con nosotros mismos, nos invita a reconocernos en las historias y personajes que nos muestran realidades alternas, pero que también nos reflejan el mundo y la realidad propia. La catarsis en el teatro deriva de la revelación de nuestros arquetipos representados en los personajes de enfrente, como en el efecto espejo te encuentras en el reflejo, el "otro" se nos presenta como espejo en el cual nos podemos observar. Empatizamos no sólo con los personajes y la historia sino también con el actor que se arroja a la personalidad de cada uno de sus personajes con tan sólo cambiar de máscara, él, al igual que nosotros, engaña, igual que nosotros que nos colocamos todos los días las mismas máscaras, aquellas con las que logramos ajustarnos a la sociedad y sus valores. Nosotros también mentimos, simulamos una realidad, y antes de darnos cuenta nos perdemos de nosotros mismos.
El teatro nos regresa, nos permite observar situaciones humanas desde “afuera”, pareciera que la complicidad entre los actores y los espectadores da como resultado una comunión de sentimientos humanos, como si los únicos con vida fueran los personajes y lo único real fuera su historia. La manera en la que los personajes desarrollan su propia realidad y nos permiten ser parte de su historia, como un testigo silencioso. Las representaciones de los mundos posibles nos sirven como escape, pero también como reafirmación de nuestra realidad, nos ayudan a comprender situaciones y a sobrellevar nuestros propios problemas. No es gratuito que las principales formas de evangelización en México se dieran a través de las pastorelas, de las puestas en escena que aleccionan sobre el bien y el mal y transmiten los valores deseados, en este caso los religiosos. El teatro no es sólo un ejercicio de catarsis para el espectador, también impacta a los que representan esas realidades, a los actores que se pierden y se encuentran entre sus personajes, se funden entre sus personajes y se re interpretan. El teatro es fundamental para las sociedades porque representa la fuga de una realidad, pero a diferencia de Platón, yo diría que el teatro no intenta imitar, al contrario, es el arte que mejor describe la realidad, el arte más sincero, más noble y directo. Nos permite ser nosotros mismos y atender nuestra naturaleza, pues queramos o no, todos vivimos un teatro.

Por: Michelle Gaytán


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